«Colón estaba en medio del mar, y la brújula dejó de funcionar. En ese momento llegó a pensar que la Tierra no era redonda, sino que tenía la forma del pecho de una mujer, y el pezón era un islote celestial»

Solo pienso en que no llegaré a tiempo. Las combis y autos parecieran jugar Tetris en la avenida al lado del río. Miro mi reloj. Una señora sube con su bebé en brazos. Nadie se para. Le sedo el asiento de la penúltima fila. Llanto. Empiezo a sudar. Me meten un codazo a la altura de la cadera. Una señora con bastón intenta hacerse espacio en la superficie tambaleante. La combi se detiene en una esquina. Salgo. Camino a pasos agigantados. Ya estoy a unas cuadras, me digo. En el trayecto me encuentro a unos amigos. Llego a la puerta del Centro de las Artes de la Universidad Católica San Pablo. Ingreso. Aún quedan espacios vacíos. Mientras me acomodo escucho a Carolina Robino recordando un pasaje del libro que se presenta esa noche: «Colón estaba en medio del mar, y la brújula dejó de funcionar. En ese momento llegó a pensar que la Tierra no era redonda, sino que tenía la forma del pecho de una mujer, y el pezón era un islote celestial (Risas)».

La bienvenida era prometedora. Edward Wilson-Lee la mira risueño. Carraspea. Luego en un español masticado comenta que Colón no era un símbolo del colonialismo, pues él solo quería probar que la Tierra era redonda. «Su locura religiosa lo llevaba a creer que era un enviado de Dios, y no fue suficiente con eso. También propuso una empresa de esclavos. Pero en realidad la esclavitud sucedió después».

Leo en un folleto: Edward Wilson-Lee es profesor de Literatura medieval y renacentista en el Sidney Sussex Colleg. Su último trabajo es Memorial de los libros naufragados: Hernando Colón y la búsqueda de una biblioteca universal, la biografía del hijo menor de Cristóbal Colón, Hernando, quien procuró igualar o incluso superar los méritos de su padre creando una biblioteca universal y moderna, y organizó el conocimiento al mejor estilo de la era digital.

«En su locura, Hernando recaudó una cantidad considerable de libros comprados en Italia —comenta Carolina—, y este barco terminó naufragando».

Edwar sonríe sin emitir ningún sonido. Toma agua y dice: «La locura de la familia Colón pareciera heredarse. No solo quería tener una biblioteca enorme, sino que poseyera todos los libros del mundo. Hernando heredó sin duda la locura y el espíritu vigoroso de su padre».

El libro de Edward Wilson-Lee cuenta una historia casi increíble, pero completamente cierta. Misterios, viajes y travesías épicas. Anécdotas. Recuerdos de uno de los hombres más insignificantes y a la vez resaltantes de nuestra historia como humanidad.