La genialidad de los pájaros

Jennifer Ackerman ha dedicado las últimas tres décadas a escribir sobre naturaleza y ciencia. En la presentación de su más reciente trabajo, El ingenio de los pájaros, le muestra al público imagen tras imagen de especies inteligentes, inventivas o aparentemente torpes, pero de cualquier modo hermosas. Mientras tanto explica cómo el comportamiento de estas aves revela secretos sobre la naturaleza y el ser humano.

Para sorpresa de muchos asistentes, sucede que compartimos con algunos pájaros –las charas californianas o las palomas– las facultades de viajar al pasado en la mente, de distinguir letras del alfabeto o estilos de pintura como el impresionismo o el cubismo. “La pregunta –según Ackerman– no es si los pájaros son inteligentes, sino por qué o para qué lo son”.

Dos conclusiones que Ackerman ha derivado de sus estudios son que “algunos pájaros parecen tener capacidades intelectuales que rivalizan con aquellas de los primates” y que “lo crítico para la inteligencia son las conexiones neuronales, y los pájaros utilizan los mismos circuitos neuronales que los humanos para una cantidad de cosas”.

Por estos dos motivos no debería sorprendernos que las aves sean capaces de resolver conflictos, reconocer emociones o desarrollar habilidades mentales como adquirir un aparente sentido del arte o compartir aprendizajes. Lo estético es verdaderamente impresionante, y es el caso de una especie australiana de ave que construye “escenarios” para danzarle y cantarle a las hembras, decorándolos profusamente con su tipo favorito de materiales o colores, sean flores, vidrios, huesos u hojas.

Los hallazgos científicos en torno a la inteligencia de los pájaros han avanzado mucho a partir de trabajos realizados en campo, en escenarios naturales, y no en la artificialidad de los laboratorios donde se hacen pruebas que quizá midan la inteligencia desde un punto de vista demasiado humano.

Desde la ciencia evolutiva, sin embargo, hace sentido que los pájaros hayan desarrollado destrezas tan avanzadas como la capacidad de migrar miles de kilómetros, pues son descendientes privilegiados de una línea de dinosaurios que con el tiempo fueron disminuyendo su tamaño por medio de la selección natural. Aun si se desorientan por una tormenta, o si son raptados por humanos y llevados a lugares totalmente nuevos para ellos, como hicieron un grupo de científicos, saben llegar a su destino.

¡Todo esto en un cerebro que no es más grande que un grano de arroz!