Irene Vallejo y 'El infinito en un junco'

Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) se ha convertido en una de las sensaciones literarias de los últimos meses. Su último libro El infinito en un junco ha ganado decenas de premios, supera más de 150.000 copias vendidas y se traducirá a 30 lenguas. Nada mal para un ensayo de 430 páginas sobre la historia de los libros. Lo que deja demostrado la pasión que siguen despertando los libros en un momento en el que muchos han augurado su muerte.

Hemos reconstruido la historia de El infinito en un junco a través de diferentes entrevistas de Irene Vallejo en los últimos meses y de comentarios de sus lectores como Mario Vargas Llosa o Alberto Manguel.

Irene Vallejo conversará con Héctor Abad Faciolince en el Hay Colombia Digital el viernes 29 de enero a las 9:00 horas (GMT-5).

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El Infinito en un Junco según Irene Vallejo:

P. Aunque me imagino que no tenías en mente la posibilidad de llegar a tantos lectores al plantearte el libro, ¿podríamos decir que sí que nace con la voluntad de acercar los clásicos de la Antigüedad al gran público?

R. Desde el primer momento, afronté este libro con la convicción de que tendría un recorrido discreto, que pasaría de puntillas. Ni en mis fantasías más desenfrenadas imaginé la acogida que está recibiendo. Abordé el proyecto como un experimento, preguntándome cómo habría contado Sherezade la historia de la escritura y del libro, aderezada con aventuras, peligros, incendios, viajes, vivencias íntimas, evocación de atmósferas, humor, alegría, lirismo. Quería adaptar la estructura del cuento de cuentos al territorio, en principio extranjero, de la no ficción: un ensayo tejido con relatos. El infinito en un junco nació como exploración de las inmensas posibilidades del ensayo, un género abierto a la creatividad, hospitalario, experimental (su propio nombre invita a ensayar, a probar). En el fondo, es un regreso a los orígenes, a los diálogos de Platón, salpicados de mitos, y a la libertad con que escribía Montaigne, inventor del ensayo moderno.

Entrevista de Antonio Lozano en La Vanguardia (31 de mayo del 2020). Irene Vallejo: “Mi sueño es que el libro susurre su historia a los lectores”. Lea la entrevista completa.

P. El libro es un diálogo constante entre el mundo antiguo y nuestro presente. Así como puede estar hablando de Calímaco, el primer gran geógrafo de los libros, o de Aristófanes de Bizancio, uno de los grandes libreros de Alejandría, pasa de inmediato a hablar de Ray Bradbury y su libro Fahrenheit 451 o pasa a películas como Pandillas de Nueva York dirigida por Scorsese. ¿Por qué fue importante para usted establecer ese diálogo?

R. Mi pasión por la literatura nació en la infancia, y era omnívora. Leía cómics, mis padres me narraban la Odisea o las sagas nórdicas antes de dormir, veía dibujos animados en la televisión. Todo convivía y dialogaba sin impedimentos. A aquella educación agradezco sentirme feliz en todos los terrenos, mis entusiasmos no saben de departamentos estancos. Hoy, como escritora, me interesan las profundas conexiones que se anudan entre el presente y el pasado. Es fascinante, por ejemplo, que la efigie de Alejandro Magno se imprima en objetos que él ni siquiera sabría usar, como camisetas, corbatas, fundas de móvil o videojuegos. En la agitada superficie de lo actual, las llamadas alta y baja cultura dialogan y se fecundan mutuamente.

Entrevista a Diego Felipe González Gómez. El Tiempo (19 de mayo del 2020). “Viaje por los orígenes del Libro”. Lea la entrevista completa.

P. El libro es un ensayo, pero se lee como una madeja de recuerdos de otros libros.

R. Cuando daba clase me di cuenta de que lo que recordaban los alumnos eran las anécdotas: un personaje, una aventura, una sensación... Así que supuse que ésa es una manera de transmitir un conocimiento y me puse con ello. El libro es un ensayo pero tiene una estructura como la de Las mil y una noches. Y no sé si el tema es, en realidad, una excusa para recuperar unas historias que significan algo para mí. Pero también quiero reflexionar sobre la lectura y creamos una genealogía de la supervivencia del libro.

*Entrevista con Luis Alemany. El Mundo (8 de enero del 2020). "Mi padre me contó 'La Odisea' una noche de pequeña y me transformó en mitómana". Lea la entrevista completa.

P. ¿Por qué crees que debo leer ahora este libro? ¿Qué resaltarías de este ensayo, sobre el mundo del libro, para convencerme de que es mi siguiente lectura?

R. El infinito en un junco cuenta a los lectores la aventura milenaria de los libros, de la que todavía formamos parte. Indaga en las primeras veces: las primeras librerías, bibliotecas, libros y lectores de los que tenemos noticia. Al mismo tiempo, es un libro de viajes, que nos transporta desde Alejandría y Roma a Oxford y Sarajevo, con numerosas paradas intermedias. Incluye ingredientes poco habituales en el ensayo: humor, narraciones, pasajes periodísticos, poéticos, reconstrucciones de época, etimologías, breves biografías. Es un recorrido apasionado y humanista por los laberintos de la palabra y las rutas por las que los libros, en su fragilidad, han conseguido sobrevivir a la destrucción.

Entrevista a mispalabrasconletras.com. Lea la entrevista completa.

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El Infinito en un Junco según sus lectores

“Me impresionó mucho El infinito en un junco, que leí de corrido. Mi impresión fue tan entusiasta que hice algo que no suelo hacer: escribirle a la autora una cartita muy cariñosa felicitándola por la belleza de un libro maravillosamente escrito, en el que toda la sabiduría está disuelta en una crónica simpática, agradable, nada pretenciosa, explicando la maravilla que es la lectura y los inmensos beneficios que ella nos depara. Por ejemplo, leer un libro tan valioso como El infinito en un junco, donde se describe la aparición del libro en la Grecia clásica, lo que significó la Biblioteca de Alejandría y el enriquecimiento personal que para Irene Vallejo y todos los lectores del mundo significa aprender a leer. No me extraña que ese libro haya tenido tanto éxito en España y ojalá lo tuviera también en los países latinoamericanos y en el resto del mundo, porque en sus páginas uno descubre las infinitas ventajas que trae al ser humano la lectura”.

*Mario Vargas Llosa


“El vigor de la prosa de Vallejo a la hora de narrar esa «quête» libresca, ordenada por los nuevos faraones macedonios de Egipto, es insuperable. Como lo es también el resto de un libro que ha supuesto para mí el descubrimiento de una autora que no conocía y cuya escritura me ha deslumbrado. Y lo ha hecho así porque atesora magias narrativas de las que no se encuentran ni siquiera en la biblioteca de la Hogwarts School of Witchcraft and Wizardry de Harry Potter”.

*Luis Alberto de Cuenca en ABC Cultural. (10 de octubre del 2019)

El infinito en un junco no sólo es una crónica de la evolución del libro antiguo. “Si un libro es un viaje”, escribe Vallejo, “el título será la brújula y el astrolabio de quienes se aventuran por sus caminos”. Así nos brinda un delicioso capítulo sobre los encantos del título, cambiantes en los inicios. Los únicos libros con títulos fijos fueron las obras de teatro, como si el diálogo dramático necesitase un ancla de la cual un texto en prosa o verso podía prescindir. Llevando su inquisición a nuestro tiempo, Vallejo lista títulos que deben su identidad a propósitos muy diversos: ironía, desasosiego, sorpresa, secretos presentidos.

Estas estrategias ponen en claro la enigmática relación de autor y lector, de seductor y seducido, el libro entendido como instrumento de experiencia compartida, eliminando las barreras del tiempo y del espacio. No falta de esta crónica una reflexión sobre los profetas del apocalipsis del libro. Vallejo dice que estos pronósticos concuerdan con nuestras sensaciones en este tercer milenio. “Los plazos de la obsolescencia se acortan cada vez más. El armario debe renovarse con las tendencias de temporada, el móvil más reciente sustituye al antiguo; nustros equipos nos piden constantemente actualizar programas y aplicaciones…”. Y Vallejo concluye: “Si no permanecemos alerta, tensos y al acecho, el mundo nos tomará la delantera”. Los ejemplos de artefactos inventados para ayudar al libro a sobrevivir no son alentadores, pero, como dice Vallejo, “es un error pensar que cada novedad borra y reemplaza las tradiciones”. El teléfono móvil imita la tablilla de arcilla de Mesopotamia y en nuestras pantallas el texto se desenrosca como en los rollos de papiro antiguos.

*Alberto Manguel en Babelia, suplemento literario de El País. (18 de diciembre del 2019)