Exaltación a la conversación

Son tiempos raros, como la realidad se encarga de recordarnos a cada minuto, y el café que estaba programado en Jericó tuvo que tomarse en la soledad de los estudios de Alejandro Gaviria, Juan Luis Mejía y María del Rosario Escobar. “Todos teníamos estar con la ilusión de estar en Jericó”, empezó diciendo el rector de la universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, mientras mostraba la taza de café que lo acompañaba en tempranas horas de la mañana de este primer sábado de Hay Festival Digital. Sus interlocutores hicieron lo mismo, levantaron su café, antes de empezar una conversación moderada por María del Rosario y que giraba entorno a la cultura. Una conversación que según fue quedando en evidencia rápidamente era también una conversación de amigos, de humanistas que comparten pasiones literarias y que como rectores -Juan Luis lo fue por muchos años de la Universidad Eafit de Medellín- creen que la universidad debe ser un puente entre la cultura y la ciencia.

De manera desafortunada vivimos en tiempos donde todo se mide por la métrica. “Este libro -muestras su última obra Otro fin del mundo es posible de Editorial Planeta - es considerado en la academia como literatura gris. Necesitaría escribir 30 o 40 libros como estos para obtener los mismos puntos que otorga una publicación de investigación académica”, dijo Alejandro, economista de profesión, que irónicamente dejó caer uno de los escolios del escritor colombiano Nicolás Gómez Dávila: “Todo lo que es susceptible de medición es porque no es importante”.

Pero el tema que los había reunido entorno al café virtual era la cultura. ¿Qué ha pasado y qué pasará con la cultura en estos tiempos de Pandemia? Mejía se lanzó a explicar que veía aspectos positivos y negativos. Positivos porque actualmente hay más ganas de cultura. “En lo personal el confinamiento me dio la oportunidad de leerme esos libros gordos que estaban esperando en mi biblioteca” dijo. El apetito cultural ha aumentado, se han consumido más libros al igual que productos, especialmente audiovisuales, que se distribuyen a través de las plataformas como Netflix. “Con lo bueno y lo malo que eso tiene”, dijo. Otra cosa diferente sucede en la cultura como una actividad social: las salas de cine, los conciertos, las fiestas populares han desaparecido con las consecuencias que esto tiene para la sociedad.

“Tengo la percepción que la cultura como esfera pública ha ido perdiendo importancia ante la sociedad”, sentenció Mejía que no se refería solo a estos tiempos actuales. Es una tendencia de tiempo atrás. Señaló los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados por la Asamblea general de las Naciones Unidas en 2015 y lamentó que apenas tocaban la cultura. “Hay que hacer una autocritica desde la cultura, los grupos ambientalistas son más agresivos en su activismo. Esto no sucede en la cultura”, dijo.

Alejandro Gaviria coincidió desde su lado de la pantalla al añadir que parece que en los ODS no hay lugar para esas demandas espirituales del ser humano. “No se puede pasar por alto que nuestra relación con la naturaleza está mediada por esos aspectos culturales”, aseguró Gaviria, que recordó que sin cultura va ser imposible llegar Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030.

“El que tiene intereses culturales nunca estará solo”, contestó Mejía a una de las preguntas cuando ya la conversación llegaba a su fin. Gaviria estaba de acuerdo en que la cultura nos ayuda a manejar la soledad, pero de manera gradual. “La Pandemia ha traído soledad para mucha gente, por ejemplo, me preocupa mi hijo adolescente cerrado en esta habitación durante ocho meses”, concluyó. Había sido una conversación inspiradora y llena de humanidad, tan necesaria en estos tiempos donde hay tantas preguntas y tan pocas respuestas.