Entrevista con Paul Theroux, el escritor viajero

Paul Theroux es uno de los cronistas en lengua inglesa más icónicos de nuestro tiempo. Cuando empezó a publicar el mundo todavía no era la aldea global que es hoy, no se podía escudriñar cada rincón de la Tierra con Google Earth. El escritor viajero aún traía noticias del exterior, tal como lo había hecho Heródoto cuatro siglos antes de nuestra era haciendo de viajar y escribir la misma cosa. El nuevo milenio convirtió a muchos en dinosaurios, pero Theroux jamás dejó de viajar y narrar. Detrás de la vitrina del consumismo global, de la fachada de la tecnología y la marea de noticias fáciles que se origina en cualquier lugar, un escritor como él encuentra las cosas que hay que contar.

El gran bazar del ferrocarril (Ed. Plaza & Janés, 1975) lo convirtió en un escritor viajero ampliamente conocido y respetado, y afirmó su obsesión por los trenes y por las vidas de las personas comunes y corrientes. Pero antes de abordar ese tren que lo llevaría de ferrocarril en ferrocarril hasta Japón y de vuelta había viajado lejos. En los sesenta fue profesor en Italia, Singapur, Malawi y Uganda. ¿Fueron años de formación?

Fui profesor en Italia en el verano de 1963, y luego me mudé a África, donde enseñé dos años en Malawi, luego cuatro en Uganda, y tres en Singapur. Años muy formativos. La experiencia de ser un extraño en tierras extrañas significó que tuve que adaptarme, aprender idiomas, ser humilde o al menos tratar bien a la gente. Y fui un empleado en cada lugar, con jefes exigentes. Empecé a entender lo pequeño que yo era en el mundo, y por fin tuve algo real sobre lo que escribir. Mi consejo a los que aspiran ser escritores es siempre ese: salgan de casa, consigan trabajo en una tierra lejana y aprendan un nuevo idioma.

Usted es muy conocido por sus libros de no-ficción o crónica viajera, un género que ha llamado "la literatura del deambular". Pero también le dedica su vida a la ficción, a leer y escribir ficciones. Denos una idea de cómo la experiencia y la imaginación se manifiestan en ambos géneros.

Pienso que para mí fue de gran ayuda escribir ficción antes de escribir un libro de viajes. En la ficción tuve que volverme un observador agudo, tenía que describir paisajes y el aspecto de la gente, y escribir diálogos. Estos aspectos de la ficción –crear un lugar, crear personas– fueron una ventaja cuando estaba viajando y describiendo a las personas que conocía. Joseph Conrad decía que como escritor "sobre todas las cosas quiero hacerte ver". Eso es tan importante en la ficción como en la no-ficción: ver, escuchar, oler. Los libros sobre viajes deben ser verdaderos, pero también deben potenciarse con las imágenes de la imaginación.

Ha viajado por todos los continentes, pero también le sabe tomar el pulso a su país. En Deep South (Ed. Penguin, 2015) fue en busca de historias que pudieran transmitir un sentido de las tensiones raciales en los Estados Unidos. Y justo ahora, en diciembre, manejó de costa a costa en ese país para sentir el espacio abierto, sí, pero también el efecto que tuvo la pandemia en la gente. ¿Le parece más difícil escribir sobre su propio país?

Sí, los lugares más difíciles de narrar son los más cercanos al hogar, del mismo modo en que la propia familia es el tema más enloquecedor (me tomó más de cincuenta años escribir sobre mi familia en Mother Land). La gente y los paisajes familiares están borrosos en nuestra mente. La vida es mucho más fácil cuando dejamos de ver de cerca a los amigos y a los vecinos, puede ser molesto examinar estos sujetos familiares. Pero quiero agregar que cuando estaba recogiendo material para Deep South, manejando en áreas rurales y conociendo gente en pueblos pequeños, me sentí extranjero: había muchas cosas nuevas y extrañas para mí. Estaba entre gente a quienes pasan por alto, en lugares que la gente pasa por alto. Eso hizo el viaje y la escritura muy emocionantes; estaba haciendo descubrimientos.

Su último libro es On the Plain of Snakes: A Mexican Journey (Ed. Penguin, 2020). Para escribirlo viajó por toda la frontera de su país con México y se adentró en el D.F., en Chiapas y en Oaxaca. La tecnología de hoy hace que viajar sea una cosa distinta a la que era en los sesenta o en los setenta. ¿Todavía recomienda viajar sin celular o computador?

En general yo ignoro la tecnología. Tengo un celular pero nunca viajo con computador (¿y si se lo roban o se daña?). Uso un cuaderno y un esfero para tomar notas todo el día y escribir notas más extensas, una narrativa, al final del día. Sé que mucho de lo que hay en internet es falso o al menos no es preciso. También pienso que el acto de escribir a mano ayuda, uno va más lento, hay que pensar más. He escrito todos mis libros a mano primero, luego los tecleo. Parece más trabajo pero los resultados son mejores así que tecleando a toda máquina, simplificando y corriendo.