"Quiero explicar que el lector tiene el poder"

Ya le había sucedido con Marcus Goldman, el protagonista de dos de sus novelas. Los lectores le preguntaban constantemente, ¿eres tú? En su última novela El enigma de la habitación 622 (Ed. Alfaguara) la duda es aún mayor. El personaje se llama Jöel y vive en Ginebra, Suiza, la ciudad de Joël Dicker, el autor. “Que el personaje se llame Joël tiene varias razones”, le cuenta Dicker a su interlocutor, el escritor colombiano Felipe Restrepo. Una charla virtual en la que el invitado está en Suiza, el entrevistador en México y más de mil ojos y oídos observándolos y oyéndolos desde diferentes partes del mundo. La magia de la tecnología que nos ha ayudado a seguir en contacto en estos tiempos de pandemia.

“Para mi la realidad es la enemiga de la ficción. Era difícil escribir un libro cuya trama fuera en Ginebra y todo el tiempo lo estaba comparando con la realidad”. Para quebrar esta encrucijada concluyó que el personaje se llamaría Joël. “¿Qué va a pensar el lector”, me pregunté. "Y me gustó la idea porque haría que el lector pudiera entender el lector que tiene”, explicó.

Asegura que puede decir que lo es, o que no lo es. Pero no lo va hacer porque hay muchas verdades. No solo una. Este era uno de tantos objetivos de libro, quería explicar al lector el poder que tiene frente a una historia, incluída El enigma de la habitación 622 que, según lo explicó, tiene varias capas. La más evidente para el lector es la historia policiaca que parte de un asesinato y un escritor que hace de investigador. Para eso se introduce en un mundo tan suizo como el sistema bancario. “Quería hablar de un mundo donde hay mucho dinero pero donde éste nunca es suficiente”, dice.

Metido en la historia surge un relato más personal que habla de la muerte de su editor Bernard de Falbis, considerado su padre literario y quien lo ayudó a convertirse en un éxito literario con más de 9 millones de copias vendidas en el mundo. “Quería hacerle un homenaje, que mis lectores lo conocieran. También era una manera de conservar a Bernard durante este libro, una manera de afrontar su ausencia”.

No solo la muerte de su editor tuvo eco en la novela. También lo tuvo el nacimiento de su primer hijo. “Hoy miro al mundo como padre... La relación con mi hijo me empezó a dar vueltas en la cabeza ¿Cómo educarlo? ¿Cómo empujarlo por el camino correcto? Hay muchas preguntas sin respuesta”.

Toda esta conjunción de acontecimientos lo llevaron a recoger una serie de reflexiones no solo sobre el sentido de la vida, pero también del mundo que vivimos. Tal como la necesidad de gustar, de modificar la realidad para hacerla más atractiva, de crear vidas que no son reales... “Se nos olvida que lo esencial es amar y ser amado... Que los valores son más importantes que los likes”, reflexionaba Dicker desde su rincón suizo.