"Siempre me he tenido por un pesimista activo"

No en vano Alejandro Gaviria salió de su rol de entrevistado para adoptar el de entrevistador en la conversación que tuvo con Fernando Savater en el Hay Festival Digital Cartagena. Más que compartir lecturas, intrigas filosóficas y una profunda capacidad reflexiva sobre los valores más universales del humanismo, estos dos escritores, políticos y pensadores tienen en común una sensibilidad capaz de convertir los terrores del mundo y de la vida en experiencias de aprendizaje.

Savater, bien conocido por sus libros en torno a la ética, la literatura y la filosofía, recién publicó La peor parte, memorias de amor (Ed. Planeta), un libro escrito para evitar que la memoria de su amada Sara Torres Marero, que murió por un tumor cerebral en 2015, perdiera la oportunidad de ser acogida por el resto de la humanidad. "Yo encuentro cierta resignación melancólica en tu libro, casi festiva. Para resumirlo en una frase, diría que trata sobre la importancia de lo cotidiano", reconoció Gaviria.

"Estamos hechos a una escala mínima -respondió el español-. No somos astros. Cuando encuentras alguien que refuerza tu cotidianidad y la hace mágica, los momentos más sencillos de la vida se convierten en algo asombroso. Este es un libro sobre el asombro, sobre la mirada asombrada cuando vemos el mundo a través de los ojos del ser amado".

A pesar de irradiar una suerte de optimismo vital, Gaviria advierte una paradoja en Savater y se la hacer saber: la predilección por grandes pesimistas como Schopenhauer. "Siempre me he tenido por un pesimista activo, confiesa el profesor activista, pero precisamente por eso creo que tenemos que actuar, porque verdaderamente todo depende de lo que hagamos nosotros. Los nacionalismos, los racismos y casi podría decir que toda forma de exclusión son una parte oscura pero permanente de la vida porque dependen de lo mejor que tenemos, que es nuestro instinto social. Brotan de nuestro deseo de semejanza con los otros, que es tan grande, que no toleramos a los que no se nos parecen".

Llega la hora de la verdad: "¿Puede la literatura hacernos mejores personas?"

"Desgraciadamente no, la vida es más compleja que la literatura. Ahora bien, para mí vivir es una experiencia poética, no económica, ni científica, ni política, porque incluso nuestra lucha política era poetizada. Es un combate del bien contra el mal, y yo no me hubiera metido en política si no tuviera esa visión poética de que los seres humanos pueden alcanzar una armonía mejor que la que nos dan las circunstancias".