Él, Claudio

“Estamos hablando de un tipo muy raro”. La afirmación es de Moisés Naím y mucho debe tener de cierto porque las palabras con la que ayer se describió a Claudio López de Lamadrid, el editor de Penguin Ramdon House que falleció el pasado 11 de enero a los 58 años, incluyen calificativos tan diversos como: pícaro, magnético, escapista, rápido, hippie elegante, poseedor de un superávit de atención sin igual, gran negociador, maestro de las selfies, amante de la poesía inglesa y hasta de bestia peluda.

“Lo conocí en un almuerzo y recuerdo que no solo se regó la sopa encima, sino que también la regó en la camisa que yo estaba estrenando para la ocasión. Entonces pensé: este hombre es una bestia peluda. Pero en la medida que lo fui escuchando en aquella ocasión descubrí que era un hombre tan magnético que atraía hasta la sopa”, contó la periodista mexicana Alma Guillermoprieto que empezó su participación asegurando que se sentía como robada con su muerte, como si le hubieran quitado algo que le pertenecía. “No es justo, pues”.

Ese sentimiento de abandono se extiende no solo a los autores y editores que lo despidieron en el marco del Hay Festival de Cartagena, donde López de Lamadrid tenía confirmado un conversatorio con la propia Guillermoprieto, sino el resto de la industria editorial - libreros, periodistas, críticos y lectores- que no han logrado recuperarse del gran shock que produjo su muerte cuando se encontraba en su oficina en Barcelona. “Claudio era la persona que he conocido que mejor oía, lo hacía con el cuerpo entero”, aseguró Naím para quien Claudio podría definirse como una oreja.

También era un encantador empedernido, de aquellos que lograban hacer pensar que se había tomado una decisión que realmente había tomado él, como lo contó la artista, escritora e ilustradora española Paula Bonet. “Me hizo reconciliarme con la idea de la ilustración, me hizo hacer las paces con ella”, dijo Bonet que recordó los gritos de Claudio desde la puerta de la oficina: “Booooonet”.

El escritor colombiano Santiago Gamboa, que al comienzo de su carrera de escritor recibió una llamada del editor para saber qué estaba escribiendo –se convertiría en su primer editor en Europa-, lo recuerda como un hombre que todo lo hacía muy rápido. “Las cosas que para mí eran importantes las decía muy rápido. Era como punto seguido, punto”. Algunas veces después de aquellas reuniones, quería escribirle un correo de vuelta para preguntarle de qué habían hablado. “Todo lo hacía muy rápido”, insistió Gamboa que describió a Claudio como un hombre que tenía la capacidad de estar y no estar. "Era un escapista profesional, como coinciden sus amigos que recuerdan que tenía una capacidad inusual para reunirlos y luego escaparse en la mitad del encuentro sin decir nada".

De contextura grande, pelo blanco, andar desgarbado y actitud de despistado, Claudio era poseedor de una buena colección de prendas de lino –lo suficientemente arrugadas para hacerlo pasar como un bohemio chic- que lograban impregnarle ese aire de hippie elegante con el que lo describió Gamboa y con el que se paseaba por Cartagena cada año cuando asistía al Hay Festival.

“Claudio entendía que una fuente de vitalidad literaria era lo que hacíamos en América Latina”, aseguró Alma Guillermoprieto que lo definió como un “puente”. La escritora mexicana aseguró que López de Lamadrid, proveniente de una familia burguesa de la que él había heredado el título nobiliario, vivía de una manera diferente de este lado del Atlántico. “América Latina le dio la posibilidad de hacer todo aquello que quiso y no pudo ser en la vida”, dijo.

“Si Claudio estuviera aquí ya hubiera desaparecido esta charla, al menos veinte minutos atrás”, dijo al cerrar el editor argentino Juan Ignacio Boido, que junto con el mexicano Ricardo Cayuela moderaron la charla. “Nos hemos prometido superarlo. Es lo que nos hubiera exigido hacer, y probablemente con un grito, concluyó el mexicano cuyas palabras hacía resonar lo dicho minutos atrás por Moíses Naím: “La sorpresa de su muerte también tuvo que ver conmigo. Nunca pensé que esta muerte me afectara tanto. ¡Me ha dolido tanto!”.