“Solo tenemos que preocuparnos por mantener el crecimiento económico”

¿Cuál ha sido el evento más importante en la historia de la humanidad? Esa es la pregunta que da pie al diálogo entre el exministro de Salud y economista Alejandro Gaviria y la profesora de la Universidad de Illinois, Chicago, Deirdre McCloskey. Esta académica es una convencida de que la respuesta se encuentra en el proceso de cambio social conocido como el “El gran enriquecimiento”, la bonanza que brotó de Holanda en el siglo XVII y que se fue esparciendo por Europa Occidental, primero, y que en el siglo XXI está revolucionando países como China e India.

Cualquier persona hubiera apostado que China, en 1492, iba a ser la nación más rica a la vuelta de tres siglos: tenían una mejor flota, una justicia estricta y unos ejércitos muy poderosos. Pero las instituciones no generaron el gran salto hacia la riqueza. Tampoco el ahorro o la acumulación de capital como resultado de la explotación de los pobres. Según McCloskey lo que un país necesita para progresar económicamente es desatar la creatividad humana. Su razonamiento sigue el hilo de grandes pensadores liberales como Voltaire y Adam Smith, ambos igualitarios hasta la médula.

En el siglo XVIII los principios de la equidad social, la libertad económica y la igualdad ante la ley liberaron a cientos de miles de personas de los constreñimientos de la sociedad ultra-estratificada de aquella época, donde, “si nacías lechero, probablemente lo serías por el resto de tu vida.”

Esta intelectual tiene cazado un debate con algunos de los economistas más brillantes de nuestro tiempo porque, a su parecer, se enfocan obsesivamente en el problema de la equidad en el ingreso. Con un sentido común que supera el antojo de hacer las cosas más complejas de lo que deben ser, dice que así como sería ilógico embrutecer a la mitad más inteligente de un salón para que se igualen a los de mentes menos privilegiadas, es estúpido fijarse como meta la equidad en los ingresos.

El objetivo, dice, debe ser enriquecer a los más pobres; darles la oportunidad de hacer realidad sus ideas, fueron ellas –las ideas– las que enriquecieron el mundo.