El editor curador

¿Qué pasó en el mundo de las publicaciones alrededor de la idea del libro en la última década? ¿Por qué el libro no murió a pesar de que todos creían que eso pasaría? ¿Por qué el libro es tan poderoso? Esas fueron las preguntas que delinearon la conferencia del editor Michael Bhaskar: El futuro de la edición.

Lo primero que hay que saber, dijo él, es que la primera editorial de la historia existió en Corea hace mil años, y en ese entonces publicar no era tan distinto a lo que es ahora. El futuro de la edición es, básicamente, como ha sido siempre.

Con la llegada de Internet, la muerte del libro era lo que todos anunciaban.

La crisis financiera de 2008 afectó considerablemente su venta. Y fue peor aún con el auge del ebook, la aparición de las redes sociales y los teléfonos inteligentes. Pero lo que nació fue el libro pos digital. Todo cambió (la manera en que los libros se producen, se venden, se distribuyen) pero el libro permaneció, con una fascinante habilidad para reinventarse.

En 2014 las ventas volvieron a aumentar y los precios de los libros recuperaron su valor. A esto se sumó un boom de editoriales independientes, diferentes, arriesgadas, interesantes. En medio de la proliferación de información y de tweets, los libros se volvieron apetecidos de nuevo. Se volvieron un refugio.

Lo que sí cambió radicalmente fue el oficio del editor. En un momento que todo el mundo puede ser un editor, y publicar en cualquier plataforma, ¿qué es ser un editor? ¿Cómo justificar el propio oficio, la propia existencia? La respuesta puede ser la curaduría, una habilidad que viene de las artes visuales.

Cada libro que haga un editor debe importar. Y mucho. El libro debe ser un oasis en medio de ese océano de contenidos. O de lo contrario cómo se sobresale en un momento en que solo en inglés se imprimen un millón de libros nuevos cada año, o cuándo un estadounidense promedio consume diariamente información que equivale a 175 periódicos.

Esa elección juiciosa a la hora de seleccionar un libro, y que se ve amenazada por distopías como la automatización de la elección o la inteligencia artificial, todavía depende de los seres humanos. Estamos moviéndonos hacia un mundo protagonizado por los algoritmos, pero bajo ese escenario la industria editorial necesita gusto, buenos lectores, buenos electores. Es decir, buenos editores. Conclusión: el talento humano en la era digital todavía es imprescindible.