"Nadie come Producto Interno Bruto"

Esther Duflo está convencida que las facultades de economía deberían cambiar su estrategia. En vez de comenzar a educar a los futuros profesionales con los modelos donde todo es perfecto, con lo que se corre el riesgo que marquen su pensamiento para siempre, hay que empezar por la realidad. Por la situación del mundo hoy, la pobreza, la desigualdad, la migración y aproximarlos a estos temas desde varias disciplinas. Ya luego sí vendrán los modelos económicos. “Ellos ya sacarán sus conclusiones, pero esto ayudará”, dijo Duflo, profesora de reducción de la pobreza y economía del desarrollo del Instituto Tecnológico de Massachusetts y la economista más joven en ganar un Premio Nobel.

Se lo concedieron cuando tenía 46 años, por su “aproximación experimental para aliviar la pobreza global”. Galardón que recibió junto a su esposo Abhijit Banerjee y Michael Kremer. Sus ideas habían quedado registradas en Repensar la pobreza (Ed. Taurus), publicado por la pareja Duflos-Banerjee una década atrás. El año pasado publicaron Buena economía para tiempos difíciles (Taurus), donde vuelven a tocar todos aquellos que les preocupan.

“Decir que el crecimiento no es lo único que nos debería preocupar, no significa que no necesitemos crecer… El crecimiento económico es extremadamente esencial en países pobres. Nuestro llamado no es parar este crecimiento. Nuestro llamado no es decir nosotros sabemos cómo hacer crecer un país, pero sí cómo ayudar a los ciudadanos a mejorar su calidad de vida”.

Duflo hablaba desde Boston con la economista colombiana Ana María Ibáñez, una conversación que giró en torno al crecimiento, a la desigualdad, los impuestos, la pandemia y los efectos de la emigración. “Si se permite que los inmigrantes se integren rápido puede ser muy beneficioso para las sociedades de acogida”. A continuación, algunos apartes de este diálogo.


Ana María Ibáñez: Usted habla de la necesidad de mejorar la vida de los ciudadanos más que concentrarse en el crecimiento económico. Esto que ustedes desarrollan en el libro está basado en países desarrollados, donde puede servir. Pero, ¿para países en desarrollo?

Esther Duflo: Hay varias razones para enfocarse en este aspecto. Primero, nadie come Producto Interno Bruto. Había un slogan en los alzamientos juveniles de 1968 en Francia: “usted no se enamora de la tasa de crecimiento”.

El PIB solo es bueno para medir como cómo va un país en términos económicos y no debería ser importante por sí solo. Es solo un atajo útil para ver qué cuánto es el porcentaje que produce el país, pero esto puede estar llevado por los ingresos de los más ricos, y en ese caso no nos importa. Esto no produce bienestar para nadie que lo necesite realmente. No mide los puntos correctos.

Lo segundo, el PIB es muy difícil de cambiar. No significa que no cambie, lo hace todo el tiempo. Pero es algo que los economistas han encontrado que es muy duro de influir, muy difícil de predecir. Más allá de abolir los grandes errores, como por ejemplo que la política de Venezuela tiene que evitarse

Pero cuando se tiene una política macroeconómica razonable, directa, no se mete en idea locas, entonces no es realmente claro cuál es la diferencia entre lo bueno y lo mediocre. No tenemos la receta. Aunque no significa que no la encontraremos un día…

En un esfuerzo por alcanzar el crecimiento, los países han hecho cosas muy tontas. En los Estados Unidos o en el Reino Unido han presionado fuertes políticas en contra de la “unión” y a favor impuesto muy bajos, pensando esto traería mayor crecimiento. Pero esto no sucedió, solo trajo mayor desigualdad. En Japón tomaron otro camino, que crearían crecimiento creando puentes hacía ninguna parte. Tampoco funciona.

Esta obsesión con el crecimiento nos lleva a la dirección equivocada. Por el contrario, en países ricos, si nos enfocamos en el bienestar, medimos las cosas simples como la manera en cómo vive la gente vive, cómo va la escuela… Estas son cosas que podemos medir, que nos pueden ayudar a medir políticas para ver si hemos progresado.

P: Hay consenso entre los economistas que la reducción de impuestos no ha disminuido la desigualdad, pero estas políticas siguen siendo utilizadas en muchos países. También en países en desarrollo.

R: Sí, el consenso en el campo económico no va siempre con el consenso en el mundo de creación de políticas. Básicamente porque en el mundo de la creación de políticas muchas veces son esclavos de políticas que datan de tiempo atrás, de esto hablamos en el libro…

Muchos de quienes hacen estas políticas fueron a la universidad décadas atrás… Tiene una intuición básica de cómo funcionan los modelos. De cuál es el mejor mundo posible y aplican esos modelos básicos sin entender que el mundo se ha movido y que la situación es mucho más complicada que eso.

Una de las razones por las que escribimos este libro es para decir 'Mire, lo que usted piensa que es el sentido común de la economía, no lo es'. De alguna manera la visión de la profesión, tampoco lo es.

P: Hablemos de desigualdad. América Latina es una de las regiones del mundo donde hay mayor desigualdad. Y la pandemia hará que la situación sea mayor. Usted dice que la desigualdad, en muchas ocasiones, es el resultado de políticas económicas. ¿Que otras políticas puede profundizar la desigualdad?

R: Hay un sentimiento de que siempre iba a haber desigualdad. Pero ha habido grandes progresos en los últimos años. En Colombia, por ejemplo, en las décadas recientes se ha reducido la desigualdad. Estoy de acuerdo que vamos en la dirección correcta, o íbamos, porque es correcto estar preocupados por las consecuencias de la Pandemia.

Estos declives son el resultado de decisiones políticas, como que el aceleramiento también fue resultado de políticas económicas…. Por ejemplo, ha habido esfuerzos en muchos países de América Latina para direccionar recursos hacía los pobres, a través de transferencia de dinero o diferentes programas similares que han predominado en la mayoría de la región…

También ha habido un esfuerzo por romper los monopolios o carteles que existen en algunas sociedades en las que muy pocas familias están en control de muchísimas cosas y que llevan a que su capital aumente, los precios aumenten, los salarios sean más bajos. Todo esta conectado.

Nadie puede decir que dichas circunstancias son el producto de dicha economía y no se puede hacer nada. Hay muchas cosas para hacer. Cuando nos damos cuenta del problema hay que tener la voluntad política para resolverlo. Esto ha cambiado en la región, particularmente en Colombia, lo que da mucho aliento.

P: Sí, pero es frágil. La recuperación vino, muchas veces, del boom de las materias primas y el mercado laboral. La transferencia de dinero también jugó un papel importante y por eso es que la pandemia está pegando tan duro. No solo en la salud, también en la economía.

R: Estoy de acuerdo con usted que en lo estructural hay cosas que hacen que la desigualdad persista. Una es la interdependencia del poder político y el poder económico. En particular si hay muy pocas personas que controlan el poder económico, en la mayoría de sistemas se vuelve fácil interferir el poder político. El resultado es la influencia en las elecciones, los lobbies... Si tiene poder político también se puede tener el poder económico. Este es el lado pesimista del mundo...

Pero podemos tomar a Colombia como ejemplo de que esto se puede romper. Una situación así genera mucha rabia, no se puede vivir siempre en constante estado de guerra civil. Hay que hacer algo. Eventualmente llega gente al poder, local o nacional, que quiere hacer algo al respecto.

Tome como ejemplo a Medellín. El éxito a nivel local que se hizo para intentar controlar la violencia y hacer la vida de la gente mejor. Cosas que no son alta ciencia, pero como tener un metro limpio. Crear una dinámica positiva que puede ser seguida por todos

Yo entiendo que la restricción estructural existe, pero nos deja un pequeño espacio para hacerlo mejor. Y se puede progresar en ese pequeño margen. En Colombia el sistema de transferencia de dinero realmente ayuda. Y así poco a poco empuja la pared hacia delante abriendo las posibilidades de hacer cambios mayores. Al nivel de país y sistema política.

Respecto a la pandemia... Muy rápido nos dimos cuenta que sus consecuencias no serían igualitarias en términos de salud ni de economía.

En muchos países, no sé en Colombia, pero sí en Estados Unidos, la tasa de mortalidad está relacionada con las ganancias, incluso con la raza. Es mas posible que muera una persona negra que una blanca. No es porque no tomen precauciones. Toman las mismas. Es porque viven en casa mas pequeñas, tienen que salir a trabajar, tomar el metro.

Otro factor es que el efecto de las restricciones en los pobres es mucho mayor. Yo puedo seguir haciendo mi trabajo sin salir de mi apartamento. Hablo con usted, puedo ir al Hay Festival en Colombia sin tomar un avión y cuando termine puedo encargarme de mis hijos que están temporalmente fuera del colegio. No cambia mi habilidad de hacer mi trabajo. Pero no es lo mismo para mucha gente. Para muchos niños que no van al colegio, no es el caso. Y esto causa una grandísima desigualdad. Entre países y dentro de los países.

Otra desigualdad es la habilidad para apoyar a los ciudadanos, y eso depende de los recursos de cada país. Colombia ha puesto en marcha un sistema de transferencia de dinero durante la covid-19, pero su capacidad esta limitada. Colombia no puede hacer como Estados Unidos que puede pedir prestado lo que quieran, o más.

Si mira cuánto pueden destinar los países a ayudar a la población entiende las diferencias. Los países ricos han destinado acerca 20 por ciento de su PIB para medidas de estímulos fiscales. Las economías emergentes, como Colombia, un seis por ciento. Los países pobres como India o en áfrica un cuatro por ciento. Básicamente nada.

Las consecuencias económicas son mucho mayores en África que en Colombia. Y más en Colombia que en Europa. Todo a pesar de que en cuestión de salud no ha sido así. Colombia ha sido golpeado duramente, pero África muchos menos que Colombia y Europa.