"Mi literatura responde a la visión de toda una generación"

Leonardo Padura es la prueba de que se puede vivir de la literatura, aun en Cuba, donde el aparato cultural hace lo menos posible por promover sus obras. En 1995, con cuatrocientos dólares de colchón, Padura se despidió del periódico donde trabajaba para ser escritor independiente. "Era todo el capital que tenía pero yo estaba decidido a escribir", contó a la periodista colombiana Mabel Lara en el Hay Festival Digital Cartagena. "Trece días después me llaman de España para decirme que he ganado un premio equivalente a 16.000 dólares, que en Cuba es como decir 16 millones de dólares”, dijo antes de lanzar una carcajada.

Muchas personas de su generación que, como él, llegaron a la universidad en los años sesenta y setenta no corrieron con la misma suerte. "Muchos compañeros, a pesar del esfuerzo, no tuvieron ese destino. Yo trato de encontrarles un espacio en la literatura, que si vienes a ver es un espacio de redención, como de hacerle justicia a esas vidas que se han tronchado por distintas razones".

Si hay un evento traumático para esa generación de cubanos que crecieron con las promesas de la Revolución fue el colapso de la Unión Soviética. "Eso fue un parteaguas para la historia de Cuba, una ruptura con la lógica cotidiana equivalente a lo que pasó en el 59 y los años siguientes con la Revolución. El país se vino abajo. Mi personaje Mario Conde no pudo existir en esos años porque escaseaban los cigarros y el ron, ¿qué iba a hacer Mario Conde sin cigarro y ron? Ahí empiezan a perderse las expectativas de futuro de mi generación y las siguientes. Y siempre que se produce una economía de subsistencia se resquebrajan los valores, incluso la ética en las familias".

El último libro de Padura, Como polvo en el viento (Ed. Tusquets), habla precisamente de la manera en que los cubanos que decidieron salir de la isla reconstruyeron a Cuba en la Florida. "Creo que eso es un acto de resistencia cultural muy dramático pero también muy bello. Investigando allá en Hialeah, un condado de Miami donde el 95 por ciento de la población habla español, me di cuenta de que había una realidad cubana dentro de una estructura no cubana, eso fue muy revelador y es el mundo que quise representar en mi novela".

Pudo haberse una vida más cómoda en otro lugar, pero, en sus palabras: "no hubiera hecho la carrera que he tenido como escritor, aquí nos faltaba el aire pero teníamos tiempo, que es invaluable para un escritor y una realidad. Yo dediqué el tiempo a reflejar esa realidad. Además me siento absoluta y totalmente cubano".