Hace unos años Philippe Sands fue invitado a Lviv, Ucrania, a dar una conferencia sobre su abuelo Otto Buchloz y los abogados Hersh Lauterpacht y Rafael Lemkin, quienes introdujeron en el derecho internacional los términos “crimen contra la humanidad” y “genocido”. Los tres, junto con Hans Frank, un nazi ejecutado en Nuremberg y responsable por la muerte de millones de judíos, había sido los personajes de su primer libro Calle Este-Oeste (Ed. Anagrama).
En aquel evento Sands, un reconocido abogado internacionalista, se cruzó en el camino con Niklas Frank, el hijo de Hans, quien más adelante lo acercaría a Horst Von Wächer, hijo del gobernador nazi de Lviv, donde nació el abuelo de Sands. Otto Von Wächer resultaría ser el segundo de Hans Frank.
La ironía era que para entonces los hijos de estos dos hombres tenían una actitud completamente diferente hacía sus padres. Niklas Frank reconocía la brutalidad cometida por su padre e incluso aceptaba que hubiera sido ejecutado en Nuremberg. “La primera vez que conocí a Niklas, en 2011, bebiendo una cerveza junto al rio Elbo me dijo que estaba en contra de la pena de muerte en todos los casos, excepto en el caso de su padre”, le contó Phillipe Sands al escritor Juan Gabriel Vásquez durante la conversación que sostuvieron en el Hay Festival Cartagena Digital.
“Sacó de su bolsillo una foto de su padre colgado en Nuremberg y yo quedé en shock. Me preguntaba, ¿por qué hace eso?”, sigue contando Sands. “Todos los días que me levanto lo primero que recuerdo es que mi padre está muerto y que era mal hombre”, recuerda Sand que le dijo Niklas.
Horst, por su parte, tenía una posición diferente. Estaba convencido que tenía que encontrar lo bueno de su padre. “Sí, era nazi, sí era gobernador, sí estuvo presente cuando pararon cosas horribles pararon, pero él no quiso que pasaran. Era un liberal, era un buen hombre”, argumentaba Horst para defender la memoria de un padre al que poco conoció. Para sostener su argumento le mostró a Sands una de las tantas cartas que le había enviado a su madre en el que habla de un concierto de la filarmónica, literatura, algunas dificultades y en la que al final decía: “y mañana tengo que matar a 50”. Horst argumentaba que usaba el verbo ‘tener’ en vez de ‘querer’ y ese uso de la lengua le permitía justificar su posición de que su padre era bueno. Un padre, que por cierto, murió en una manera sospechosa en Roma después de más de tres años huyendo y cuando esperaba la orden para poder cruzar el Atlántico camino a Argentina. La vía de escape, como se titula el nuevo libro de Phillipe Sands en el que reconstruye esta historia que primero fue un documental y luego un Podcast.
“No entendí al principio porqué se comportaba así -por Horst-. Él no es un nazi, no niega el holocausto, no es un antisemita… Es un chico que quedó tocado por el colapso de su familia”, explica Sands que añade que descubrió que la actitud de Horst estaba motivada por el amor hacia su madre Charlotte, una mujer llena de complejidades que hace parte central de la historia. Una mujer que fue nazi hasta su último día y que para Sands es su personaje favorito.
“Leyendo el libro uno no puede dejar de sentir cierta compasión por usted. No es fácil entrar en ese mundo”, le interrumpe Juan Gabriel.
“En mi profesión como abogado -experto en contra de crimines de lesa humanidad- aprendí a tener mis emociones fuera, pero hubo momentos muy complicados. Estoy con la familia que destruyo a mi bisabuela. Veía las fotos y en otro lado me imaginaba en Viena, viendo a una mujer ser enviada a un lugar que la lleva a la muerte”, confiesa Sands en una conversación entrañable que también tocaría el auge de los nacionalismos o el poder de la historia familiar en nuestras vidas. “Todos estamos cazados por los secretos de otros. Yo cazado por los secretos de mi abuelo. Y nunca me dijo nada, pero era una manera de saber mi identidad. Esto se traslada en el trabajo que hago”.