Luminosa y refrescante

Ya de regreso del Hay Festival Cartagena, intento procesar las múltiples notas e impresiones que deja un festival cuya intensidad es tan explosiva como su calidad. En lo más concreto y personal, fue un placer compartir una mesa sobre cuentos con Evelio Rosero, uno de los autores en lengua castellana que más admiro. Ambos hemos publicado más novelas, pero compartir con el público el detalle del por qué nos hemos detenido a explorar en la fórmula de las pequeñas historias y desde allí hablar de los puentes que levanta la literatura, de cómo traducir en palabras las violencias que asolan la historia de nuestros países, así como de los lugares que atraviesan nuestra mirada y nuestra literatura, fue un gran regalo. Las preguntas que llegaron del público fueron muy enriquecedoras, permanecen abiertas y le dieron más significado al momento.

En un plano más panorámico, la diversidad, la multiplicidad y la riqueza que caracteriza las presentaciones del Hay Festival, además de los encuentros y charlas más casuales por sus pasillos, se expresa bastante bien en los abanicos que pueblan las calles de Cartagena. Se puede contemplar cada uno de sus ribetes y encontrar en detalle la delicadeza de su trama; desplegado por completo, el abanico del Hay ofrece una figura que es a la vez luminosa y refrescante. Más allá, es una delicia que cada Hay Festival en América Latina (ya he podido participar en las versiones de Querétaro, en México y Arequipa, en el Perú) se ubique en ciudades bellísimas, cargadas de una historia antigua, palpable en el aire, en sus propias calles; con una población local que acoge con enorme calidez y orgullo este festival. Ese lado más humano, es un regalo aparte.