“Si quieres ser universal, habla de tu aldea”

El Museo Regional de Querétaro fue el escenario para hablar sobre tres proyectos culturales locales. Una pequeña muestra de lo que se viene haciendo en esta ciudad desde hace ya varios años. Ana Paula Zárate, de Casablanca Colectivo; Jacobo Zanella, de la editorial Gris Tormenta; y Eduardo de la Garma, de la librería La Comezón, hablaron sobre los retos que la pandemia les ha impuesto. Para Casablanca, que es una agencia de servicios editoriales —que se encarga desde la concepción hasta la impresión de cualquier tipo de libro—, el encierro les generó más trabajo porque muchas personas terminaron trabajos inconclusos, realizaron los que habían dejado en el tintero, o emprendieron nuevos proyectos, producto en muchos casos de la proliferación de talleres y cursos de escritura. Desde la perspectiva de Zárate, hubo una explosión de lo local como resultado de la pandemia. Ante la imposibilidad de salir, la gente empezó a ver y a consumir proyectos locales.

Para Gris Tormenta, el encierro implicó, curiosamente, un estrechamiento de lazos con librerías y editoriales independientes del país. Muestra de ello es el libro Superficie celeste, una edición conjunta con otros ocho sellos —Alacraña, Almadía, Antílope, Dharma, Elefanta, Festina, Grano de Sal e Impronta—, que lanzaron en abril de este año para promover su trabajo y las ventas de sus libros en diez librerías dispersas por el territorio nacional —Casa Tomada, La Moraleja, El Desastre, Casa Almadía, La Comezón, Traspatio, Impronta, Hyperión, Cometierra y La Proveedora—. También les permitió realizar por primera vez trabajo presencial con un editor local, producto de lo cual fue el libro Viajes al país del silencio. Y es que, según Zanella, en sus libros tratan siempre de darle presencia a lo local. Consideran que entre más focalizado sea el enfoque, mejor será el resultado. Tienen contemplado lanzar una nueva colección, que está en proceso de definición.

A la librería La Comezón lo que más le ha pesado es la falta de contacto con la gente. Es una librería de barrio, pensada para compartir lecturas con los vecinos de la zona y con quienes la visiten. Busca generar un ecosistema personal, íntimo, en el que se pueda hablar de libros, los que les gustan a ellos y los que le gustan al librero, quien hace una selección personalísima, basada en sus gustos y en los de sus lectores. Así que De la Garma está ya un poco harto de mandar paquetes a otros estados de la república o de repartir libros en su bicicleta. “Mi librería es como mi sobremesa, como mis sueños, como el placer que me da la lectura. Me interesa lo local y lo contemporáneo; lo que escribe o piensa mi vecino me interpela porque vive al lado mío”. Y si bien genera picazón a través de sus redes sociales, nada como rascar directamente el oído de sus visitantes, siempre bajo el principio de que si te rascas una vez, te rascas cuatro o cinco.