La batalla por la paz

Hace poco más de dos siglos, entusiasmado por la Revolución francesa, Immanuel Kant planteó la tesis de que el género humano iría en un constante progreso hacia mejor, lo que en el plano político implicaba la consecución de la «paz perpetua». Dado que el Estado sería fiel reflejo de la voluntad de sus ciudadanos, en su interior no habría conflictos entre ellos, y hacia fuera, en el plano internacional, tampoco, pues cada uno respetaría a su vecino y a la larga se generaría una ciudadanía universal, con valores e intereses compartidos.

Es claro que el ideal de Kant no se ha realizado. Lo que hoy abunda son los políticos cortoplacistas, que solo piensan en conservar el poder y ganar elecciones a costa de dividir a los ciudadanos. No es el caso de Juan Manuel Santos, quien fuera presidente de Colombia entre el 2010 y el 2018, y recibiera el Premio Nobel de la Paz en el 2016, por promover y llevar a cabo los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Entrevistado por Javier Moreno a propósito de su libro La batalla por la paz, el exmilitar y periodista afirmó haber tenido a ésta como puerto de destino, aún si para lograrla hubo de librar combates militares y políticos por los que fue acusado de traidor. Y es que para lograr ese ideal, dijo, es necesario hacer concesiones al enemigo y, sobre todo, persistir.

A pesar del anuncio del regreso a las armas de un ala disidente de las FARC (que Santos se explica a partir de la captura de un familiar de Iván Márquez por la DEA, y la consiguiente delación de éste y sus allegados); de los intereses económicos y políticos de aquellos que necesitan del conflicto, que en su momento orquestaron la campaña del NO al referéndum por la paz y que hoy en día se siguen manifestando en los múltiples asesinatos de líderes sociales; o de los intentos de sabotaje a los acuerdos por parte del gobierno en turno, a cargo del uribista Iván Duque, para Santos el proceso de paz debe seguir su curso. No sólo quedó blindado constitucionalmente, sino que además cuenta con el apoyo internacional y, lo que es más importante, con el de una buena parte de la ciudadanía. Una vez liberada, dijo, la paloma debe volar sola. A perpetuidad, añadiría Kant.