Manuel Vilas: "Soy un todoterreno de la literatura"

Quizá nadie había escrito una poesía tan sencilla, tan digna y tan desgarradora como Manuel Vilas. En ese género ha buscado las masas. Como Neruda o García Lorca, se dedicó a ser un poeta de la cultura popular. Su fracaso, le dijo una vez a un salón lleno de estudiantes, es no haber subido de clase social a pesar de ser uno de los poetas más reconocidos de España.

Un fracaso que sólo puede interesar a los titulares, porque como explicó Vilas al público del Hay Festival Digital Jericó "no hace falta triunfar para ser alegre, la alegría es algo íntimo, algo primitivo que tiene que ver con la luz del sol, el viento, la belleza de la vida; la felicidad en cambio es algo para exhibir, incluso un imperativo: 'tienes que ser feliz porque te ha ido muy bien'".

Sus novelas más recientes exploran los misterios del alma humana narrando hechos de su propia vida. Las llama novelas autobiográficas y en algún sentido biológicas, puesto que "las verdades más irreductibles e indiscutibles son esas: ser padre o ser madre, hijo o hija, eso va más allá de las convenciones sociales o del contexto histórico".

Fue la muerte de su madre la que en cierta forma detonó la escritura de Ordesa (Ed. Alfaguara, 2018), pues Vilas comprendió que a menos que él la escribiera, la historia de su familia se precipitaría al olvido. Se dio cuenta de que la vida le pedía volver la vista atrás, entender lo vivido de un modo distinto. Dejó el alcohol y se divorció. Algo empezó a cambiar dentro de él, se sintió más ligero y escribió lo que se había quedado por fuera en otro libro, Alegría (Ed. Planeta, 2019), con las heridas ya cicatrizadas.

Vilas le regaló al público la lectura de las primeras líneas de la novela: "Todo aquello que amamos y perdimos, que amamos muchísimo, que amamos sin saber que un día nos sería hurtado, todo aquello que, tras su perdida, no pudo destruirnos, acaba, tarde o temprano, convertido en alegría".

Además de contar lo que un padre vive con sus hijos, Vilas habla de la depresión, intenta nombrar aquello que nos provoca terror, el sinsentido de la vida, el enorme y angustiante vacío en que se convierte si no nos esforzamos en luchar para que no nos devore, y para empatizar con ese vacío, para dejarlo ser. Al fin y al cabo, dijo, "si no ves el vacío que hay en el mundo a lo mejor te estás perdiendo de algo importante, ¿no?".