"La historia de los libros también es nuestra lucha contra el olvido"

“Este libro me gusta tanto que me dan ganan hasta de darle un beso”. Las palabras eran de Héctor Abad Faciolince y hacia referencia al Infinito en un Junco (Ed. Siruela), el libro que ha sido la sensación de ventas en España durante la pandemia. Un fenómeno que ha sido una sorpresa para todos, incluido su autora Irene Vallejo, pues está lejos de tener las características de un libro que se cuele en lo alto de esas listas que suelen estar lideradas por las ya consagradas estrellas de la literatura. En palabras de Abad Faciolince: “Es de origen académico, es gordo, no es barato... Pero es un libro encantador que justifica todo el éxito que ha tenido”.

“Lo escribí con la libertad que te dan las bajas expectativas”, le cuenta Irene Vallejo desde su casa en Zaragoza, España. Detrás de ella, una inmensa biblioteca que le ha servido para nutrir las páginas de este ensayo que tiene como protagonista central a ese objeto adorado por tantos que son los libros, La invención de los libros en el mundo antiguo es el subtitulo. “La historia de los libros es mucho más honda, también es nuestra lucha contra el olvido”.

Vallejo cree que los hombres estábamos tan acostumbrados a los libros como objetos, que olvidamos lo asombrosos que son. “Necesitaba contar la historia épica del conocimiento, de transmisión de la palabra, la supervivencia de nuestros mejores relatos”, va contando desde su estudio con una brillante luz invernal detrás. Es día de fiesta en su ciudad, señala antes de seguir construyendo su relato en el que, entre muchas cosas, recuerda que el conocimiento ha tenido grandes enemigos, incluidos los ratones, pero también grande adalides. “Actúan por amor, se niegan a imaginar un mundo donde no editan esos relatos. En esos enfrentamientos es donde se representa esa historia de la que somos los herederos. Luchamos por mantenerla”.

Pero esa pasión por los libros que siente Vallejo, y tanto otros, no era motivo suficiente para que El infinito en un junco se convirtiera en un fenómeno de ventas. Especialmente en época de pandemia donde las librerías estaban cerradas y la interacción ente libreros -a quien ella hace un homenaje- y lectores había quedado rota.

“No pensé que atrajera más allá de una minoría apasionada por literatura y otras cosas. Yo misma estaba convencida que era lo menos comercial que había escrito”.

Pero si la lectura actúa como terapia -como se ha confirmado una vez más durante estos últimos meses-, la escritura también lo es. Y especialmente lo fue para Vallejo, que estaba convencida que este libro iba a ser el último que podría escribir en mucho tiempo, “las horas que escribía era como mi paseo por el jardín”. Había tenido un niño con problemas respiratorios, y si bien se estaba recuperando, era consciente que posiblemente tendría que dejar al lado todas sus actividades para acompañarlo en su cuidado y proceso de recuperación. Tal como lo hacían muchas madres como ella.

“Era un cántico a la literatura que me había dado tanto... Quería reunir lo más brillante de esta aventura de los libros”.

Su historia con los libros, pero sobre todo con la historia con los clásicos y la historia de la literatura es larga. Bueno, todo lo larga que pueda ser para una persona que tenga 42 años. Estudio filología, es doctora en filología clásica y una estudiosa del griego y del latín. “Desde la universidad siempre tuve que oír que me preguntaran para que sirve estudiar latín y griego”, le sigue contando a Héctor Abad Faciolince que antes le ha recordado de una columna que ella ha escrito por 12 años en el que relaciona el mundo clásico, sus escritores, sus conceptos políticos con la actualidad.

“He recopilado mucho durante años y tenía mi archivo de conexiones, vínculos cuando empecé a escribir el libro. Muchas nos desconciertan, muestran que ya entonces conocían ciertas cosas que muchas veces pensamos que solo hacemos nosotros en el mundo actual. La obsesión por la fama que nos parece tan contemporáneos, por ejemplo”.

Todos estos detalles hacen que Vallejo vea su libro también como una aventura, un viaje a mundos que tienen muchas cosas que enseñarnos. Uno de esos caminos que transita lo hace para hablar de la escritura y del mundo oral, cuya historia es muchísima mas larga que la escritura. Y en ese camino hace un homenaje a las mujeres -que por siglos quedaron excluidas del mundo de las letras- como pioneras en la transmisión por la pasión por contar historias, por la literatura. Son ellas las que narraban las historias a los pequeños, reconstruían las leyendas familiares, de sus pueblos...

“Me gusta la expresión lengua materna, como si la madre fuera depositaria de las palabras”, sigue contando Irene Vallejo que reconoce que tal vez no sería escritora si su mi madre no le hubiera contado cuentos desde pequeña. “Quiero recordar a esas mujeres alrededor de hogueras, contando las historias. Es un tributo para reconocer que han hecho posible algo muy sutil pero muy importante. Y muchísimos de los relatos que luego se reintegraron en la literatura vienen de ellas. Eran poetas, cantaban, pero luego se quedaron por fuera”.