La Biblia de la ética

En la charla inaugural del Hay Festival Querétaro 2021, conversaron Eduardo Rabasa y el filósofo británico A.C. Grayling, principalmente sobre las muchas ramificaciones contenidas en el imponente libro de este último, La Biblia Humanista. Respecto a la envergadura y ambición de una obra tal, Grayling explicó que le llevó más de 30 años escribirla, entre otras cosas a causa de que se trata de un muy vasto compendio de cientos de lecturas, que de alguna manera recoge lo más destacado del pensamiento y tradiciones filosóficas de prácticamente todos los confines del planeta. En ese sentido, tanto el título como el formato a partir de fragmentos y versículos buscan comunicárselo a los lectores de una forma amable y accesible, en el espíritu de que el conocimiento es una suerte de ética que en el fondo ayuda a responder las preguntas sobre cómo vivir, y de ahí que le pareciera que dicho estilo es el más conducente para su propósito.

Grayling ahondó en las diferencias entre los sistemas de pensamiento científico y religioso, y enfatizó que en el caso de su Biblia también hay una manzana que desempeña un papel muy relevante, sólo que a diferencia de la que condujera a la expulsión de Adán y Eva del Paraíso terrenal, la suya es la manzana de Newton, lo cual le sirve como metáfora para utilizarla como cimiento de las posibilidades del conocimiento científico, no en el sentido de una verdad única y revelada, como sucede con las religiones, sino más bien como una especie de pregunta interminable que de continuo conduce a modificar nuestras percepciones del mundo.

Otro punto culminante de la charla se produjo cuando Grayling expuso que si bien la tradición secular no puede ofrecer la vida eterna como lo hacen las religiones, en primer lugar esta última idea no necesariamente es apacible, pues el castigo forma parte importante de las cosmovisiones religiosas, por lo que la idea de ser torturados eternamente genera temores y ansiedades para la conducción de la vida aquí en la Tierra. En ese sentido, al ser la existencia una suerte de fin en sí misma, al estar vinculado el humanismo con la ética, y con la pregunta de cómo vivir, adquiere un carácter igualmente de fin en sí mismo, o de portar en su corpus de conocimiento su propia recompensa, por lo que no necesariamente desmerece frente al consuelo que ofrecen al ser humano las distintas religiones.