Emiliano Monge y Javier Cercas hablaron sobre Independencia, la más reciente novela del escritor español, que, como él mismo afirmó, forma parte de un ciclo que inició con su novela anterior, Terra Alta, y que culminará con al menos dos entregas más, que tendrán como protagonista a Melchor Marín, un héroe roto, hijo de una prostituta asesinada, esposo de una mujer también asesinada, ex presidiario, padre soltero, vengador de mujeres maltratadas. Un personaje lleno de dolor, de oscuridad, de furia, de deseo de venganza, que “encarna nuestra parte maldita”, esa bestia aprisionada que, según Georges Bataille, todos llevamos dentro.
El reverso de Marín es Ricky Ramírez, un aspirante a rico, obsesionado con el dinero y el ascenso social, que busca su independencia individual de manera equivocada. “Arrímate a los buenos”, le dijeron sus padres desde niño. Y él entendió por buenos a sus compañeros de colegio, los herederos de la élite política y económica, quienes primero lo utilizan y luego lo tiran: una metáfora de lo que han hecho con la gente en Cataluña durante el llamado Proceso. Y es que, según el propio Cercas, su novela es “un furioso alegato contra la tiranía de los dueños del dinero y del mundo”, esa élite impune y frívola enquistada en el poder desde siempre, la única que puede aspirar a la independencia, que en realidad es una independencia de los pobres. La misma élite que, tras sacar a la gente a las calles, se marchó en cuanto pudo al ver el problema que se le venía encima.
Y es que ese clima prebélico que se vivió en Cataluña en 2017, que, en palabras de Cercas, “estuvo a punto de hacer estallar en pedazos uno de los lugares más privilegiados del mundo”, el desconcierto y el dolor que le produjeron —además de la necesidad de no repetirse como escritor— lo llevaron a iniciar este nuevo ciclo narrativo. “Melchor Marín so yo, pero mejor que yo”, sentenció.
En todo caso, lo que Cercas intentó con este libro, como con todos los que ha escrito antes, fue escribirlo lo mejor posible, desenmascarar una realidad a la vista de todos, pero imposible de ver de tan automatizada que nos la presentan. Esa es para él la esencia de la literatura, que transforma lo particular en universal, que explora la infinita complejidad de los seres humanos, que habla de las cosas sin mencionarlas directamente, que intenta descifrar enigmas y obsesiones, que presenta o inventa la realidad con la mayor complejidad, que es capaz de encontrar la verdad incluso en el lugar más evidente.