La necesidad de contar historias

El Teatro de la Ciudad acogió a dos talentosas escritoras, una española y otra mexicana, que tienen en común la necesidad de contar historias, aunque lo hagan de distinta manera. Elvira Valgañón reúne en Línea de penumbra trece relatos construidos a partir de trece obras de arte, desde el retrato de la infanta Catalina de Aragón de Juan de Flandes, hasta la Vendedora de gambas de William Hogarth, pasando por Judith decapitando a Holofernes de Artemisia Gentileschi. Lo que hace Valgañón es imaginar todo aquello que no sucede en el cuadro, lo que queda fuera del marco, y construir historias en torno a ello, que al final se entrelazan por sutiles guiños literarios. Daniela Tarazona, en cambio, da cuenta de una metamorfosis, la de Irma, el personaje central de El animal sobre la piedra, su primera novela, que surge, en sus propias palabras, de la necesidad de explicar una genealogía a partir de la ausencia, del intento de su personaje de convertirse en algo que ni siquiera sabe qué es, lo que la llevará a transformarse en un animal más resistente ante las dificultades de la vida.

El origen de la escritura de Valgañón está en lo que hay fuera, en lo que mira, en lo que escucha, en lo que la afecta, pero también en lo que hay dentro, ese impulso profundo que la lleva a contar una historia hasta el final. Solo entonces puede sentir el alivio de haber terminado algo, la sensación de haber escrito, de la que habla Dorothy Parker. En su proceso de escritura hay una idea inicial, pero no sigue un plan riguroso. Hay, eso sí, mucha corrección, mucha labor de quitar, de buscar la palabra justa, el sonido preciso. El resultado siempre se acerca a la idea original. Tarazona, por su parte, arranca con un personaje, al que luego irá colocando en distintas escenas, que serán ensambladas para construir la trama, definida sobre la marcha. Una vez identificada la emoción a la que quiere llegar, trabaja en esa dirección, pero siempre hay variaciones. La versión final resulta siempre muy distinta de lo que había imaginado en un principio, porque para ella escribir consiste precisamente en esa exploración, en ese proceso misterioso y accidentado que surge de su incomodidad con el mundo. Terminado el texto, tiene también la sensación de haberse quitado una carga, pero luego viene el vértigo de publicar, de saber que no incidirá más en su propia obra.

Sobre la situación de las mujeres en la escritura, ambas coincidieron en que, aunque hay que caminar mucho todavía para lograr la igualdad deseada, el momento actual es mucho más afortunado que el que vivieron sus antecesoras. Ni la una ni la otra se sienten encasilladas en un género literario, y piensan que lo que escriben, los temas que abordan, los conflictos que plantean, competen a cualquier ser humano, independientemente de su género. “Esas son ideas que se tienen que desarmar”, afirmó Valgañón. Y mientras que esta, aunque reconoce que siempre hay partes de sí misma en sus textos, rehúye a hacer de sí misma un personaje, Tarazona publicará próximamente una novela con un alto componente autobiográfico, que recoge sus experiencias personales. Elvira Valgañón y Daniela Tarazona: dos escritoras que, sin duda, dan cuenta del buen momento por el que atraviesa la literatura en español escrita por mujeres.