La maternidad imperfecta

Elvira Liceaga. En Los abismos (Premio Alfaguara, 2021) hay una niña que se llama Claudia, está en una edad muy interesante, es muy inocente, pero es capaz de saber a qué mundo pertenece y se enfrenta a los abismos, literales y metafóricos. El abismo que crece entre nosotros y los demás. Hay una mirada infantil y muy inteligente al matrimonio. Hay una maternidad muy interesante, con derecho a la frustración. Me llama mucho la atención porque cuando leo niños en las novelas y leo cosas muy elocuentes, no me cuadra, ¿cómo conectaste esta voz?

Pilar Quintana. Cuando comencé a hacer Los abismos, yo no hacía una novela de la infancia, era Claudia adulta en una casa de campo en esos abismos. Encontré a esa narradora muchos años antes, en terapia. Estaba tratando un evento traumático desde el punto de vista de la adulta, mi terapeuta me pidió que lo describiera desde el punto de vista de la niña. Cómo voy a hacer al narrador, si la niña no tiene el lenguaje, no puede elaborarlo de esa manera, voy a hacerlo como en ese ejercicio de terapia. Una adulta que se agacha a la altura de la niña y recuerda cómo lo vivió. Soy una autora muy organizada que sabe lo que va a contar, yo lo llamo puntos, son las acciones narrativas importantes. En la medida que voy escribiendo salen más, los anoto, planeo, generalmente tengo muy claro lo que voy a contar, en esta novela el plan inicial no funcionó.

E. En esa voz infantil hay algo muy fuerte sobre los mecanismos mentales de la niña, es una novela sobre la inocencia y sobre la pérdida de la inocencia y los malos aprendizajes. Está aprendiendo a reprimirse, ahí es donde estamos muchas mujeres.

P. La infancia me parece una etapa muy interesante, la verdadera infancia está velada, hay que ir a terapia para quitar esos velos. Muchas veces cubrimos esos traumas para sobrevivir. Me impresiona algo de la niña que yo fui y con esta novela no solo estaba descubriendo la maternidad, sino la misma infancia. Yo empecé a escribir a los siete años y escribí una ficción de un payaso que tenía pintada la risa, pero en su vida solo había tragedia. Tuvieron que pasar cuarenta y dos años para que yo pudiera elaborar eso, me he pasado escribiendo a ese payaso durante toda mi vida. En nuestra sociedad tendemos a creer que el monstruo está afuera. Viví en la selva nueve años, esta selva quedaba a una hora en lancha de la ciudad, es el lugar más distante en donde he vivido. Ahí conocí asesinos, eran amigos míos y siempre pensaba: este hombre mató a su hermano, aunque era buena persona, no era un monstruo. Viviendo ahí entiendes que no puedes vivir absolutamente en armonía con la naturaleza, nos intoxicamos y necesitamos antibióticos. El monstruo solamente lo descubrimos si se dan las circunstancias, qué tiene que pasar para que mi monstruo salga, para ello tuve que escribir una novela sobre eso.

E. En Los abismos hay una representación de la maternidad. Hay una madre involuntaria que no la dejaron casarse con quien quería, no la dejaron ir a la universidad. Su hija pregunta si hubiera elegido no tenerla y ella dice que sí, ¿por qué cuando somos madres tenemos que ser perfectas y no decir la verdad?

P. Yo tuve a mi hijo a los cuarenta y dos años, fue totalmente deseado, teníamos lo necesario. Las primeras semanas dije, qué es esto tan espantoso, me sentí totalmente engañada porque todas me decían que era lo mejor que les había pasado. Yo soy la que construye al payaso. Yo tengo la necesidad de poner por escrito eso que nos prohibieron decir, lo que callamos por tanto tiempo. Ver hacia atrás y preguntarme cómo sobrevivió mi mamá. Yo sí viaje y viví, hice todo lo que la mamá de Claudia hubiera querido. En la sociedad donde yo estaba, no tenían esa posibilidad, tuve que pagar el costo tan alto que ello requería. Cómo hicieron estas mujeres para sobrevivir. No hemos hablado sobre la oscuridad de las mujeres. En mi colegio, teníamos que ser excelentes madres, ser sexys, ser lindas, no podías tener el pelo crespo, tenías que andar en tacones. En la calle las mujeres eran eso, pero dentro de la casa no. Esa mujer perfecta no existía en la realidad.

E. La madre le hace saber a la hija que es fea, y la hija se siente fatal por saberse así. Analiza a las niñas de su alrededor. La belleza y la crueldad van juntas. Hay un aprendizaje que nos van taladrando donde interiorizamos esa crueldad y somos crueles con nosotras.

P. En Colombia hay un mandato social: ser bella. Ese es su valor total. Es muy difícil crecer en una sociedad donde tu belleza no sea el canon. Siempre vamos a ser huérfanos porque la madre es mujer además de madre. Ella tiene una vida propia y esta novela va de una hija que se siente despreciada porque tiene una mamá con depresión y no está bien en su vida. Cuando tenía una versión muy incipiente de Los abismos y todavía no sabía qué era, me fui a un viaje largo, la leí y entendí cuál era el problema: la mamá de Claudia solo era una mala madre. Por qué me pasó esto, si yo sé hacer personajes, mi problema era con la idea de madre. Yo no veía a mi madre como una mujer, la veía como madre y todo estaba mal. Además, fue súper iluminador. Yo a los cuarenta y siete años no había entendido que mamá y mujer no eran sinónimos. Los abismos fue una terapia personal, vi lo difícil que fue para la generación pasada. Me permití ser una madre que va a fallar y reconciliarme con la idea de que no soy perfecta.

E. La madre de Claudia busca la tragedia de las madres perfectas, por eso lee las revistas de sociales. Ve a mujeres cansadas de las obligaciones. Sin querer, está metiéndole un miedo a la niña, un pánico puro a que se mueran sus padres.

P. Pertenecemos a una generación de niños que vienen de una crianza autoritaria, muchas veces nos tocó llevar los problemas emocionales de nuestros padres. Crecimos cargando a nuestros padres. Ahí está la soledad de Claudia cargando a su madre.